lunes, 16 de septiembre de 2024

16 de septiembre - Día de los Derechos de los Estudiantes Secundarios



 

¿Por qué recordamos esta fecha?

El 16 de septiembre se conmemora el «Día de los derechos de los estudiantes secundarios», en homenaje a un grupo de estudiantes secundarios de la ciudad de La Plata, provincia de Buenos Aires, que fueron secuestrados durante la última dictadura militar en Argentina. Este episodio se recuerda como «La noche de los lápices». 

En septiembre de 1976, un grupo de efectivos policiales del Batallón 601 organizó un operativo para capturar a jóvenes de entre 16 y 18 años, de distintas pertenencias políticas, que habían participado de la campaña por el boleto estudiantil, entre otras acciones. En la noche del 16 de septiembre, fueron secuestrados de su domicilio María Claudia Falcone, María Clara Ciocchini, Claudio de Acha, Francisco López Muntaner, Daniel Alberto Racero y Horacio Ángel Ungaro. Dentro de este mismo operativo, el 17 de septiembre fueron apresados Emilce Moler y Patricia Miranda; y el 21 de septiembre, Pablo Díaz. Gustavo Calotti, que compartió el cautiverio con este grupo de jóvenes, había sido secuestrado el 8 de septiembre. 

Los estudiantes fueron sometidos a torturas y vejámenes en distintos centros clandestinos de detención, entre ellos: el Pozo de Arana, el Pozo de Banfield, la Brigada de Investigaciones de Quilmes y la Brigada de Avellaneda. Seis de ellos continúan desaparecidos: Francisco, María Claudia, Claudio, Horacio, Daniel y María Clara, y solo cuatro pudieron sobrevivir: Pablo Díaz, Gustavo Calotti, Emilce Moler y Patricia Miranda. 

Según el Informe de la Comisión Nacional de Desaparición de Personas (CONADEP) más del 20% de los desaparecidos durante este periodo (1976-1983) eran estudiantes. 

Una breve historia del movimiento estudiantil en Argentina

Los estudiantes secundarios de «La Noche de los lápices» se inscribían en una historia previa de participación política juvenil. Sin ir más lejos, en junio de 2018 se cumplieron 100 años de la Reforma Universitaria, cuyo punto de partida tuvo lugar en la Universidad Nacional de Córdoba cuando un grupo de estudiantes se organizó para reclamar por la democratización de la enseñanza. Las demandas de los estudiantes eran revolucionarias para la época: pedían la autonomía universitaria; el cogobierno (que los estudiantes participen en el gobierno de la universidad); concursos para las cátedras; y el desarrollo de políticas de extensión universitaria para acercarse a la sociedad. El movimiento reformista se extendió por otras universidades argentinas y también hacia todo el continente americano.

En 1953, con la creación de la UES (Unión de Estudiantes Secundarios), los estudiantes ya tenían su lugar en la escena pública. Pero su crecimiento se dio a fines de esa década cuando el gobierno encabezado por Arturo Frondizi impulsó la sanción de la Ley Domingorena que autorizaba a las universidades privadas a otorgar títulos profesionales. El conflicto fue conocido como educación «laica» o «libre» y el movimiento estudiantil secundario se alió con el universitario, organizado por la FUA (Federación Universitaria Argentina), para oponerse a esta medida. 

A finales de la década del sesenta y principios de los setenta, se vivió un proceso de importante movilización social y política juvenil de alcance internacional: la consolidación de los jóvenes no sólo como grupo etario recortado de otros grupos, sino también como actor social y político con capacidad de definir con relativa autonomía una agenda de problemas orientadas a la transformación de la sociedad. Así lo demuestran distintos movimientos juveniles que cobran visibilidad con el Mayo Francés, la primavera de Praga o en México a través de los reclamos estudiantiles que derivaron en la masacre de Tlatelolco.

México, 1968.

En este contexto, numerosos grupos políticos en Argentina también crearon sus frentes estudiantiles. Los estudiantes platenses secuestrados durante «La Noche de los lápices» formaron parte de este movimiento que se extendió por todo el país. 

Durante la dictadura de 1976, y a pesar de la represión, existieron ciertas formas de resistencia que se volvieron más visibles luego de la derrota en la guerra de Malvinas (1982). Desde entonces se dio un proceso que algunos investigadores caracterizan como de «entusiasmo democrático», porque millares de personas –muchas de ellas jóvenes- se volcaron a diferentes formas de participación en sintonía con los diversos reclamos de democratización de la vida social que tuvo su auge en la «primavera democrática». 

La democracia y la lucha por los derechos humanos fueron los dos pilares de ese proceso. La película “La noche de los lápices”, dirigida por Héctor Olivera y estrenada en 1986, condensó algunos de los rasgos centrales de este clima de época. También la película La historia oficial, dirigida por Luis Puenzo y estrenada un año antes, permite apreciar esta nueva instancia de protagonismo estudiantil (en sintonía con la reactivación de la sociedad civil), sobre todo en aquellas escenas donde docentes y estudiantes se animan a revisar la historia argentina en el mismo momento en que se encaminan a transformar sus experiencias.

En la historia del movimiento estudiantil todavía queda mucho por escribir. En estas últimas décadas, los estudiantes fueron reinventando las formas de organización, que no se agotaron en la creación de centros de estudiantes, sino que también en otras estrategias de participación política tendientes a visibilizarlos como colectivo social. Ello coincide con la reciente sanción del «voto joven», lo que permite –optativamente- la elección de representantes a partir de los 16 años. 



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